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3 de diciembre de 2008

Todo pasa... más o menos lento, pero pasa...

Todo pasa y, como no, el invierno también. Y con él, las navidades, esa época en la que a algunos parece como que se nos para el tiempo y deseamos que nunca pase pues es la época el año en la que los problemas que pudieramos tener pasan a la "nevera" de nuestra mente y nos centramos en los nuestros, que, aunque como norma te hagan sufrir, por algún halo del destino olvidamos rencillas nos dejamos llevar por nuestros sentimientos de afecto y cariño a los nuestros en forma de regalos y parabienes.

Todo pasa. Y todo esto, dicho así, parece de fábula, muy enrevesado y, a la vez, muy alegórico, pero absolutamente real: las navidades son el opio de algunos que nos lleva a otro mundo, aunque el mismo, más feliz, menos intrincado, más cariñoso, menos rencoroso...

Todo pasa y es verdad, pues probablemente después de la cabalgata de reyes, algo morirá en aquellos que, aún no gustándonos el período consumista que representan las fechas (no nos engañemos, ni crisis ni pollas en vinagre, gastamos y punto...), nos sumergimos en él por el simple hecho de ver la sonrisa de los nuestros en la boca, ese atisbo de satisfacción en sus ojos, de agradecimiento en sus palabras y de "sincero" cariño en su abrazo...

Pero, como no, todo pasa, y el día 7 volveremos a ser ya los mismos pringaos que no paramos de echarnos pullas los unos a los otros, dejandonos llevar, algunos por la envidia (con mayor o menor salud en ella, pero envidia al fin y al cabo), otros por el desalentador reflejo de lo que su vida representa en el mundo: una cagadita más... Volveremos al mismo juego donde nuestros sueños se rompen a diario y nos inventamos otros nuevos sobre la marcha, quizá los mismos, pero renovados, desde otra perspectiva... Producto sin duda de este deshumanizado mundo en el que nos movemos y que nos arrastra a guerras estúpidas, intereses desmesurados por parte de unos pocos que nos mangonean, y, sobre todo, a los "golpes" que cada uno nos llevamos en la cara con nuestros quehaceres diarios. Una lucha, sin duda, contra nuestro propio ser y nuestros valores más arraigados y a los que, en más de una ocasión al día, querríamos desarraigarnos por el simple placer de experimentar qué se siente, y que, tan pronto lo sentimos, los deshechamos por avergonzarnos de pensarlo siquiera, pues hasta aquí hemos llegado en ellos y menos da una piedra...

Y por fin, todo pasa, como este ridículo post que se me ha ido ocurriendo sobre la marcha, según escribía, pero que, desde lo más hondo de mi ser, deseaba escribir, pues escribir me evade, como me pasa con la música, el cine o la literatura, de "mi" mundo por un rato, por breve que sea.

Al final todo pasa... Pero nosotros aún permaneceremos en el mismo sitio viendo todo pasar.

Saludos de principios de diciembre con olor a navidades, regalos, familias y, sobre todo, comilonas y consumismo a raudales...

FoN